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Diana Cristina Buitrago Duque

Echó raíces en Santa Elena y salió del cascarón

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“Estoy materializando ese proyecto de artista que soy yo

para resituar mi vida de servicio desde el arte”.

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Ella se define como “ñoña”, “camelladora”; es una profesora curiosa de la vida y lectora crítica; siempre se está preguntando y le gustan las respuestas construidas conjuntamente, aunque a veces se responde sola; investigadora social, de la salud y de las artes; artista y psicoterapeuta que propone una terapia emancipadora: la ritualización de la vida cotidiana, echando mano de las artes: la creación y el arte comunitario.

Diana Cristina encontró en Santa Elena su lugar para echar raíces ya que nació en Medellín, vivió en Marinilla, luego de nuevo en Medellín donde estuvo en muchas partes porque con su familia, se trastearon unas 30 veces.

“Somos una familia entre gitana y nómada, marinillos comerciantes …  mis padres son del oriente antioqueño. Mi papá es de Marinilla y mi mamá de Granada Antioquia …  y a mí Santa Elena me ha permitido echar raíces ya que llevo 7 de los 40 que tengo y eso es mucho decir porque con mis padres, año tras año nos pasábamos de casa.  A mi mamá le gustaba mucho moverse, y también lo hacían con el afán de protegernos de las malas andanzas, cuando se calentaba mucho el barrio.”

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"ÑOÑA"

“Siempre he sido muy ñoña, estudiosa, me gustaba mucho estudiar y siempre tuve claro que quería estar en la universidad: primero tuve más claro la universidad que la carrera. Yo quería estudiar en la Universidad de Antioquia. No sabía qué, pero en la U de A.”

En el 2002 estudió dos semestres de historia, que le encanta, pero no le gustó el encuadre de la universidad; entendió que su tema con la historia lo podía gestionar por su propia cuenta y en el 2003 empezó psicología, por esos temas y preguntas existenciales que le intrigaban, y que estudió mientras trabajaba. La carrera la hizo en 6 años, no en los 5 programados, porque no matriculaba todas las materias de un semestre; tomaba los horarios extremos y los acomodaba con los horarios de trabajo.

Estudió un semestre de guitarra clásica en la Escuela Popular de Arte EPA. La guitarra es su “sueño frustrado”, soñaba acompañar canciones en una fogata, una chocolatada, más para compartir, ambientar los encuentros, no tanto para dedicarse a ella profesionalmente.

CAMELLADORA

Trabajó 7 años en El Hueco, en varios almacenes, papelerías y cacharrerías de sus tías, primas y otros familiares que le dieron la oportunidad de organizar los horarios para que pudiera estudiar.  Fue buena vendedora, pero no ha tenido esa alma de comerciante, aunque esa experiencia fue otra universidad, porque le enseñó a trabajar.  Para su familia extendida, “estudiar el área de humanidades, es como hacer votos de pobreza.”

Sus tres   prácticas profesionales las hizo en el Hospital San Vicente de Paúl, en Medellín. Siempre dijo que quería hacerlas allá como psicóloga de enlace, porque le gusta el área de la salud, inicialmente en el campo ocupacional y luego le interesó la salud pública. Varios años fue psicóloga de la salud. El tema del servicio fue lo que la motivó.

PROFE

Diana Cristina quien se reconoce como profesora, ha trabajado en varias universidades públicas y privadas de la ciudad y del departamento, dictando cátedras y asesorando prácticas y trabajos de grado.

SALUD MENTAL Y COMUNIDAD

En el 2010 inició la Maestría en Salud Mental en la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia y fue entonces cuando empezó a entender que ella no estaba tan interesada en la enfermedad, en la psicopatología. “y me desmarqué cuando elegí la relación de las personas con sus procesos de salud y enfermedad, más que sus diagnósticos psiquiátricos y demás”.  Entonces, más que la enfermedad, le interesaba el asunto del bienestar, los determinantes sociales de la salud, como un tema de salud pública. Participó en GASMA (Grupo Académico en Salud Mental de Antioquia) de carácter interuniversitario, donde se pensaba este tema y la formación en él. La investigación, compartida con las profesoras que hacían parte del grupo y de otras universidades, estuvo centrada en la formación del talento humano en salud mental.

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​Preguntándose qué determina el bienestar, empezó a intuir el tema del vínculo, de la comunidad, porque la vivencia comunitaria es de alguna manera lo que promueve la salud mental. “Estamos muy cusumbosolos, muy aislados; tenemos un problema de comunidad, de vínculos, somos muy alejados, muy desconectados del otro, en el sentido de la compasión, el interés por el otro”. Desde hace varios años, ella viene en un proceso de desinstitucionalización, de “desmanicomialización”” de la vida. Cuestiona además todo el mercado que hay alrededor del bienestar.

Luego de la maestría se sintió muy incoherente, muy vacío su discurso. Empezó a darse cuenta de que “muchas veces el trabajo comunitario lo pensamos en el escritorio de la universidad, y vamos y llevamos eso a las comunidades, sin conocerlas, con unos saberes muy verticales. Somos los tesos, los que pensamos, sentimos y entendemos que pasa y vamos y le decimos al otro qué hacer.” Entonces empezó a incorporar en sus clases una pregunta a los estudiantes por sus comunidades y para la mayoría, la palabra comunidad significaba “comuna vulnerable, peligrosa”. Los puso a describir, pensar y construir un proyecto del cual cada uno fuera partícipe.  Y hablando de comunidad, se preguntó por la de ella, porque cree que ese concepto debe ir más allá de la tribu en la que crecemos. “mi familia es una tribu:  yo crecí en una tribu, nos apoyamos, somos incondicionales …en ese sentido yo digo que soy muy bendecida con la familia que tengo y en la que he crecido. Sin embargo, yo me preguntaba que hay más allá de mi familia.”

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FLORESCIENDO

Desde pequeña quiso vivir en el campo porque creció oyendo los relatos de Ema, una mujer del pueblo de Granada que la cuidó mucho tiempo. En el 2012 conoció unos amigos en Santa Elena, una familia del corazón, del espíritu; se conectó con ellos   por el círculo de palabra, el fuego, y la relación con la tierra, entonces hizo “clic” con estas otras formas de vida más amables, más conscientes; empezó un proceso de desintoxicación, apertura, sanación y búsqueda de coherencia. Decidió trabajar medio tiempo y luego se quedó como profe de cátedra; conoció a su compañero Jonatan en 2016, “y en ese compartir, los dos empezamos a florecer “. Se vinieron para Santa Elena y estudió un semestre astronomía en la UdeA, lo que le sirvió para exorcizar esa nostalgia que tenía de estudiar una ciencia exacta, pero no continuó porque le pareció   una orientación muy vertical, muy sufrida.

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ARTISTA

Como desde muy joven ella tejía, bordaba y pintaba, en el 2020 cuando empezó a buscar cursos que quería hacer, se dio cuenta que tenía una pregunta por el arte y se decidió a estudiar Artes Plásticas, de darle un lugar legítimo al arte en su vida. Estudió en Bellas Artes y se interesó mucho por la ritualización de la vida cotidiana. Por su formación en humanidades y ciencias sociales, le interesan mucho las conversaciones, las narrativas, la fenomenología. Como investigadora curiosa se enfoca en el arte participativo y comunitario, y su primera experiencia en este campo fue con el proyecto “Ritualitos”.  

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DOCTORA

En 2022 inició su doctorado en Salud Mental Comunitaria en la Universidad Nacional de Lanús en Argentina.  En su tesis está trabajando el arte comunitario y las formas de subjetivación promovidas por el mismo arte comunitario. El tema está conectado por sus propias preguntas, su propia experiencia de vida. “yo como una sujeta del rendimiento”.

“Ese tema de vivir en piloto automático, cumplir, llenar formatos, hacer reportes, entregar informes, subir notas… se perdió el café con los amigos, la atención a los estudiantes, no había tiempo para el encuentro, para el vínculo, para compartir, el colegaje, la complicidad, el cafecito con el compañero o compañera y mucho menos la familia…“

Entonces empezó a sentirse rendida y a problematizar el sujeto de rendimiento.  Sus primeros trabajos sobre cansancio y fatiga mental como consecuencia de ese rendimiento, la inspiraron a hacer fotografías, murales, pinturas, videos, toda una producción alrededor de ese tema que le interesa mucho porque es una invitación a interrogar ese rendimiento que está muy relacionado con la racionalidad neoliberal en la que vivimos, las formas de vivir medidas por el consumo. 

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“y apareció la pregunta: ¿estamos condenados al rendimiento, o hay otra posibilidad?”

Indagó por otras formas posibles de vivir y se encontró con el filósofo surcoreano Byung-Chul Han que piensa en clave de siglo XXI asuntos como la sociedad del cansancio, la pérdida de los rituales, la vida contemplativa; acompañada de sus propias vivencias y reflexiones, consideró para su trabajo de grado una categoría que es el “ethos creativo” que había trabajado su director de tesis Mauricio Bedoya.

Ella sintiéndose una mujer muy libre, pero de repente muy ocupada rindiendo, encontró que, para recuperar su libertad, tenía que recuperar su tiempo. Y que el tiempo no es oro ni plata, el tiempo es vida y el tiempo es libertad. “Hay que desmontar eso que el tiempo es oro.”  Entonces empezó a recuperar su tiempo, para hacer lo que ella quería hacer. Se encontró con la contemplación como un detenerse, un no hacer nada y la recuperación de los rituales como esas acciones que nos conectan con otras personas, con las cosas y con esas otras materialidades que, en este territorio de Santa Elena, ella las sitúa en las plantas.

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SALIENDO DEL CASCARÓN

En 2024 al tiempo en que Diana estaba terminando su formación doctoral y preguntándose qué iba a hacer con eso y   dónde  estaba su servicio a la comunidad, salió la convocatoria de Presupuesto Participativo y ella vio la oportunidad de “salir del cascarón”  ya que la propuesta es pensar y proponer acciones para el territorio, lo que significó mucho para ella en lo personal  porque lo primero que tuvo que hacer para poder participar fue ir a solicitar una carta de residencia en el corregimiento, y cuando se la dieron se fue para el parque  a tomarse un café y mandarle una foto a su compañero porque para ella eso fue hermoso, porque “fue sentirme parte del territorio  y hacer parte del proceso de pensar el proyecto  en clave territorio... Yo estoy en Santa Elena, ¿a mí qué me trajo acá?,¿qué me convoca estar acá?”

Su  experiencia de haber vivido en la casa de  un silletero, don José, un artista de las flores de quien aprendió mucho  porque él está todo el tiempo en su huerta cultivando ,haciendo de todo y ser testigo  de ver nacer y morir ese jardín en sus manos y de entender muchas cosas bonitas y no tanto, le generaron  entonces la pregunta por la cotidianidad de la gente: "Acá no todo el mundo es silletero, no todas las personas son nativas , no todo son flores, acá convivimos muchas personas a quienes nos llama el territorio por una u otra razón; Santa Elena nos ha adoptado a muchos”; entonces se preguntó cómo están presentes las plantas en la vida cotidiana de la gente que habitamos este territorio, y así nació la idea para este proyecto.

Ritualitos con flores, aromáticas y plantas:  Una exploración plástica de la vida cotidiana en habitantes de Santa Elena.

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Los rituales: esas acciones cotidianas que nos conectan

El proyecto propone situar la ritualización de la vida cotidiana de Santa Elena, vía las plantas, en general, y lo denomina ”flores, aromáticas y plantas”. El concepto de Plantas recoge tanto las aromáticas como las flores; nombra las flores reconociendo este tema de la tradición y cultura silletera y a este jardín que es este corregimiento; a las aromáticas situando lo explícito que es cotidiano.  “La palabra ritual puede sonar a una cosa muy volada, y no, es un asunto muy cotidiano. Ritual es prepararse un café, prepararse una aromática, aquello que hacemos repetitivamente y nos conecta con otras materialidades y personas”

Este un proyecto que convoca a la conversada y a juntarse con otras personas.

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Las plantas, el barro y el ritual son los tres elementos que se articulan en esta propuesta que Diana pensó y realizó interdisciplinariamente, como creación colectiva, porque las narrativas y las experiencias alrededor de la presencia de las plantas son un componente fundamental de su búsqueda y para ello se alió con personas estudiosas de las plantas, los rituales y el barro, además del equipo logístico.

Ver  proyecto: Ritualitos

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Diana Cristina dice que ella fue la que más aprendió porque  se desmarca mucho del tema psicopatológico, de la psicología tan disciplinar, y trabaja desde la creación y el arte. Para ella, “Hacer la pregunta por las plantas siembra algo en la gente” ya que este territorio, aun siendo rural, ha tenido unas transformaciones tremendas, ”ya está llegando el agite, la vida rápida. ¿Qué podemos recuperar?”

Una propuesta es recuperar la huerta del campesino como una despensa nuestra, porque no todo está en la tienda y tiene que estar en la nevera. Muy pocas cosas se necesitan comprar. Inclusive el tema de la medicina que está en las plantas.

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“Yo me sentía en un cascaroncito y esto fue para mí la salida del cascarón en el sentido de que hago unas alianzas con amigos que ya tenía y que fue bacano trabajar juntos, conozco personas de la región, que no son solo el vecindario, sino que esto resuena con otras personas, que me puedo encontrar con ellas a compartir. Hay una cosa que yo reafirmo con este proceso que es: juntémonos a compartir; hacer proyectos conjuntos que inciden en el bienestar pero que no están pensados desde esas áreas tan específicas de salud, sino desde lo cotidiano porque el tema es ¿Cómo recuperamos el tiempo y nos permitimos la amistad y compartimos?”

El voluntariado es para Diana Cristina, una respuesta, una intuición que tiene; considera que, como ciudadanos y ciudadanas, nos hace falta el trabajo voluntario, introducirlo a nuestra cotidianidad, cambiar el chip para mejorar los procesos sociales.

​Está trabajando en la consulta psicológica, que para ella es emancipadora en el sentido en que no siempre hay que responder a la norma externa, sino que la persona puede crear sus propias normas, ya que hay muchos “deber ser” que nos condenan y nos aplanan subjetivamente, nos coartan la posibilidad de crear.

BUHO CASA TALLER     

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Es su taller de creación, principalmente de cerámica escultórica y de grabado, en donde ha hecho un par de talleres con la alianza de amigos y amigas. Uno fue de “Mujer y Barro”, con una psicóloga que trabaja con mujeres, donde acompaña el proceso de creación como una manera de reconciliación, agradecimiento y amor por sí misma.

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El otro taller es “Tacita de café”, que le gusta mucho porque no está puesto en el drama.  Con su hermano que es barista, juntaron a la gente a hablar de cómo preparar el café y elaboraron en cerámica la tacita.  Un encuentro que no ha hecho, y quiere hacer, es el del cacao. También quiere hacer algo con el maíz.

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“No es hacer cerámica por hacer cerámica, es recuperar algo que se ha perdido y es que estamos muy desconectados de la preparación de los alimentos, de su origen.”

Diana Cristina, quien considera que una de sus grandes decisiones fue haber estudiado artes: “fue un acto de rebeldía grandísimo”, que está haciendo el doctorado porque quiere, desde sus propias curiosidades; que no está buscando subir en el escalafón ya que descubrió que no todas las curiosidades se resuelven en una institución, en una universidad; que su amarre a la vida  es la vida misma porque le parece muy mágico este cuerpo y esta experiencia que tenemos, es una de las tantas habitantes que ha adoptado Santa Elena, esta montaña donde  ella echó raíces y salió del cascarón.

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Julio 2025

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