Vitácora*
Mi recorrido por la montaña de Santa Elena, Medellín, Colombia.
Donde Martica
La sonrisa es su ingrediente mágico
Martica es Marta Grajales, tiene 72 años, sonríe todo el tiempo, nació en la parte central de Santa Elena; tuvo 10 hijos, uno de los cuales ya no está en esta tierra y cuya imagen la acompaña en el anuncio de la gran cocina que tiene desde hace más de 40 años, en la carretera principal, llegando al parque.
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Empezó con un plástico y unos adobitos. “Eso cada rato se me caía” cuenta ella sonriendo. Luego hizo un ranchito con hojas de zinc,” pero era mu bajito y nos dábamos cada ratico ahí” … sigue contando sin dejar de sonreír.
Entonces atendía a la gente afuera, con la ayuda de su sobrina María Lilian Grajales quien la acompañó mucho tiempo y ahora trabaja con su hermano en la plaza mayoritaria en donde tienen un puesto de venta de flores cultivadas en esta montaña.
Cuando empezaron a hacer la acera que pasa por el lugar actual, la hicieron pasar para el frente, y estuvo por allá varios meses…. Luego cuando terminaron, volvió a hacer “el ranchito”
Todos los días llega a las 3 de la mañana (antes lo hacía a las 2) se queda hasta las 6 de la tarde que llega una hija y le recibe hasta las 12 de la noche.
“Esto es casi tiempo completo, desde la hora que uno abre, hay gente.”
Trabaja toda la semana: sábados, domingos, festivos, navidad y año nuevo “Qué se va a quedar haciendo uno en la casa...”
“He sido muy aliviada, solo fui al doctor cuando tuve mis hijos y no fue más… soy como dicen por ahí, como un roble… Tengo alientos, mi Diosito sabrá hasta cuando me da vida.”
Martica no deja de reír y de sonreír …no le intimida la cámara … se mueve entre esos manjares salidos de sus manos desde muy temprana hora. Ya hizo todos los de este día, ahora descansa, atiende sonriendo a los clientes que nunca faltan.
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“después de que uno haga las cosas buenas, a todo el mundo le gusta”
Su especialidad son las empanadas de carne, de arroz y carne, empanadas pequeñas de papa, pasteles, tortas de chócolo y de cebolla; arepas blancas, arepas de chócolo, chorizos y papas rellenas de carne y de huevo, todo cocinado en fogón de leña.
Ella sola aprendió a hacer de todo. Trabajó en los restaurantes “Los Pinos” y “la Montañita” “pero uno se cansa”. Acá, en su negocio familiar no siente pasar el día que ella inicia tan temprano.
Aquí, “Donde martica” el letrero es nuevo, se lo regaló una amiga: “todo lo que tengo acá me lo han regalado” afirma ella sonriendo mientras en la pared del fondo, María guarda algo en su corazón, otra María carga a su niño, Jesús extiende la mano y Martica y Rafael, el fotógrafo, le sonríen a la cámara.
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