
Carmen Emilia Sánchez Sánchez:
Guardiana de un gran tesoro


Nació en 1944 en la vereda San Ignacio, es la segunda de 26 hijos, 18 vivos actualmente. Tenía menos de 14 años cuando saliendo de misa, un día de madres, la conoció Luis Enrique Atehortúa Ríos quien fue un investigador e historiador natural, promotor de cooperativas y desarrollo comunitario, además de agricultor, silletero y músico, y con quien duró 7 años de novia y 57 casada. Lo cuidó en sus últimos días, hasta hace un año y algunos meses que él falleció y ella ahora es la guardiana del gran legado que él ha dejado. También es silletera y actualmente desfila en carro, para lo cual hace una canasta de las más hermosa flores cultivadas en este “edén en primavera” que es su casa.



Con flores la criaron sus padres Carmen Emilia Sánchez Sánchez y David Emilio Sánchez Jurado quienes fueron pioneros del desfile de silleteros. Ella cuenta que el primer desfile fue con ramos de flores en floreros, por el centro de Medellín. Una vez terminado, tiraron las flores a la caneca.
La Niña
De mamá nacida en la vereda Las Brisas y el papá en San Ignacio, doña Carmen nació en esta última vereda; Es la segunda de los 26 hijos, la mayoría nacieron con la asistencia de una partera y ya los últimos , en la clínica Luz Castro de Medellín.
Le ayudaba a su mamá en la cocina porque además de los hijos, debía atender a los peones. También ayudaba a su papá cargando follaje y hojarasca.
“Nos teníamos que levantar a las cuatro de la mañana a hacer arepas para todo ese gentío. Mi papá mantenía peones, entonces imagínese, era esa cantidad de niños…Entonces era una olla de sancocho, una olla de fríjol, una olla de maíz para hacer todas esas arepas, eran arepas de arroz y arepas de pelao… es decir la arepa de maíz blanco, y a esa se le decía dizque arepas de arroz, y la arepa de maíz sancochado sí era la colorada, la que se pelaba”.
Como su papá cultivaba claveles, gladiolos, y agapantos, ella se encargaba de arreglarlas en ramilletes. A él no le gustaba sino que ella le arreglara especialmente las de exportación. También le tocaba cargar la hojarasca y la boñiga para poder sembrarlas.
Estuvo estudiando en Medellín y luego en la escuela de la vereda San Ignacio y en la nocturna de Pantanillo. “Pero eso para estudiar era una lidia, no terminaba la primaria si quiera, porque no había dónde.”



CARMENRIQUE
“Principio y fin de dos nombres
Que han querido vivir en unión
De sangre labriega y campesina
Haciendo a los antepasados honor.
Hemos procurado tener paciencia
En las buenas y en las malas
Con el lema “recordar es vivir”
Reviviendo historias y aventuras pasadas”
(Relatos de Santa Elena. Luis Enrique Atehortúa R)
Tenía menos de 14 años cuando en la misa de las 10 de la mañana se conoció con quien ella llama el dueño de su vida. “Yo era una niña, por eso el dueño de mi vida fue mi esposo, desde que él me conoció, hasta ahorita. Desde que me conoció el ya no me largó… nos conocimos, simplemente nos miramos y él quedó flechado, enamorado a primera vista. Y yo también. Él había acabado de llegar de pagar servicio en el ejército, tenía unos 21 años… Esa noche había una fiesta donde los Sánchez, en San Ignacio, en la casa de Rosita Cardona, entonces fueron a rogarle a mi papá que nos llevara porque en esa época teníamos que salir con el papá y la mamá. Entonces estuvimos bailando porro y ya. Entonces nos mirábamos y cuando nos podíamos encontrar, nos encontrábamos y conversábamos cualquier cosa….en ese tiempo era una cosa como de amigos y así nos quedamos siete años”


Ella lo esperó cuando él se fue 8 meses a Estados Unidos a estudiar cooperativismo, lo que le sirvió después para trabajar como promotor comunitario en 52 municipios de Antioquia.
Cuando regresó, él empezó a hacer una casa en la vereda El Cerro, y cuando la terminó, se casaron. Ajustaron 57 años de vivir en ella y de allí no se han movido. “Él me decía que de aquí no se quería ir y aquí murió.”
“Nos casamos y la fiesta fue allá en la casa grande en San Ignacio, amenizada por la estudiantina. En ese tiempo había vísperas, o sea que se parrandeaba las vísperas y al otro día todo el día. Eso era tremendo. El matrimonio fue a las nueve de la mañana y salga de la misa y dele a parrandear todo el día…”
“El papi, remoquete muy reconocido
La negra que siempre es mi oportunidad
Para que Dios nos dé larga vida
Y sigamos así por toda la eternidad”
(Relatos de Santa Elena. Luis Enrique Atehortúa R)
Doña Carmen se refiere a él como el papi y él siempre la llamó la negra y lo tenía que acompañar a todas partes donde iba como músico porque decía que ella era su inspiración.


“Era muy apetecida por los muchachos de su edad por su gracia y humildad, además porque se vestía muy bien, con ropa muy elegante y su cabellera que aún conserva. En su edad adulta sigue siendo una gran dama, es muy fanática y gustosa por las artesanías del crochet y para demostración tiene varios tendidos de cama (colchas), cojines muchos, cortinas, tendidos de mesa, adornos, ropa que hizo en su máquina de coser, aplica inyecciones sin costo para los usuarios, maneja animales domésticos, vacas, cerdos, conejos, gallinas, patos” (Pa que vean pues. Luis Enrique Atehortúa R)


“Así era que te quería….así era que te buscaba
De delantal y pañuelo y lunares en la cara…
Así era que te quería….así era que te buscaba
Morena como mi abuela… Trigueña como mi mama…”
Este bambuco, letra y música de José Muñoz, fue una de las canciones que más le cantó el papi a la negra. Adriana, Patricia, Jaime, Jorge, Luis y Alejandro son el legado de esta unión. En la actualidad la descendencia está compuesta por 10 nietos y una bisnieta.
EL MÚSICO

Don Luis Enrique fue músico también. Su papá, don Luis Elías Atehortúa, fue uno de los primeros liristas de Santa Elena. “él músico fue desde que tenía siete años. Se iba detrás del papá y se escondía por los laditos porque a ellos no los dejaban que estuvieran con los mayores, entonces él se escondía y empezaba a tocar, o le cogía el tiple a escondidas y empezaba a tocar ese tiple, hasta que empezó a tener ya notas y cosas y él papá ya le enseñó”. Todo el aprendizaje de ambos fue a “puro oído”.
Organizó varios grupos musicales, entre ellos la estudiantina “los Silleteros”, que la conformaron además Fabio, Adán, Alejandro y Luis Atehortúa y en la que permaneció desde 1985 hasta su muerte. Se presentaron en muchas partes y de ellas se conservan muchas grabaciones.
También fue compositor de muchas canciones y entre éstas se destaca el Himno al silletero que está publicado en español e inglés.



El COLECCIONISTA DE HISTORIAS
“Como desde hace 68 años por naturaleza y sin que nadie me lo sugiriera, me ha gustado ser muy observador y curioso en charlar con mis viejos amigos , escuchando con atención sus historias de vida, ya en sus casas , en sus arados, o en sus parrandas y negocios , me he dado a la tarea de dejar plasmado este pasado”
Este testimonio de don Luis Enrique en el libro “Relatos de Santa Elena” realizado por Ciudad rural, corporación ecológica y cultural, es el auto retrato de quien además de músico, fue investigador e historiador natural.
"Él conversaba con todo el mundo, con el adulto, con el joven, con el niño. Tenía un carisma para todo el mundo, él llegaba, saludaba a todos y les contaba historias. Se encontraba con una persona, podía ser en el bus y empezaba desde ahí, mantenía una libreta y un bolígrafo y empezaba “¿cómo es que se llamaba su abuelo?”, para él hacer esos libros. Donde quiera que él estaba, estaba investigando. Era incansable, a toda hora se mantenía trabajando. Por eso yo pensaba: el papi podía haber durado cien años, porque esa mente la tenía muy activa…él tuvo que ver mucho con la biblioteca, la empezó con tres libros que donó. Y también fundó la cooperativa de ahorro y crédito de Santa Elena, de la que fue su primer presidente”…
“Él iba a las veredas a preguntar que cómo se llamaba este abuelo, que dónde vivía… y por las noches llegaba y me decía: negra, debo ir a la vereda tal, que tengo que hacer una entrevista a fulano tal. Yo le decía: papi, pero te vas a ir por allá tan lejos y él me decía: sí, yo me levanto temprano, usted me da un desayunito bien bueno… y se iba desayunado bien trancado a caminar, hasta por allá al placer o a pantanillo a preguntarle a esas personas ya mayores sus historias.”
EL LEGADO
Esas historias y esos registros, además de una gran cantidad de objetos, son el gran legado del que doña Carmen se siente guardiana ya que él, cuando se estaba muriendo le dijo que quería que todo ese trabajo quedara para quien lo quisiera tener y conservar.




“La recopilación de los hechos vividos en cualquier ser humano son muy interesantes porque hemos experimentado haciendo cosas diarias, unas buenas, otras no tanto, ya que cada día tiene su historia…” (Introducción a cositas de santa Elena. LEAR).
Es esta la recopilación de 70 años de observación permanente en donde invita y sugiere a “todos y todas” (sic) a que hagan su propia historia con la que se deleitarán sus descendientes, reconociendo los valores humanos de los antepasados, “ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír”
En su prefacio don Luis Enrique da gracias a la vida que le ha dado tanto y anuncia que se propone aplicar el sistema ORO: Observar, Reflexionar y Obrar y aclara que “para el autor no hay presente sin pasado y no habrá futuro sin el presente que dentro de poco será pasado.”
Esta observación y reflexión constante que fue su existencia, se convirtió en obras: libros manuscritos repletos de historias.
La Guacherna



Gran cantidad de elementos viejos, la mayoría fueron de la casa donde nació don Luis Enrique, están en un museo que llamaron “la guacherna”. Allí hay un anaquel con trofeos, placas, cintas, que han recibido como obsequio o como gratitud por alguna participación o buen desempeño en actividades comunitarias. También hay un escritorio, trastos de peltre y loza, el primer equipo de sonido, casetes grabados hace muchos años, artesanías, fotos en Bogotá, de la familia silletera y de los hijos cuando estaban pequeños, además de una lámpara caperuza.



En otro lado, dentro del mismo lugar que antes fue un gallinero con más de 100 gallinas, hay más fotos antiguas, cds de música, archivo de videos, casetes, cuadros de santos, la biblia, licores miniaturas, biblioteca, pendones, adornos, libros de las acciones comunales, diarios de sus viajes a Estados Unidos y Canadá y recorrido por Europa con doña Carmen, al que los llevó su hijo Jorge, en 2004.
La Guacherna fue el sitio de reuniones, tertulias y ensayos musicales.



EL SILLETERO REBELDE

En el patio de “El Edén en primavera.”
Dibujo en una libreta de don Luis Enrique
Don Luis Enrique, a quien alguna vez por allá en los 70s, porque organizó lo que llamó el “auto comité” que instó a los silleteros, momentos previos al desfile, a que no desfilaran si no les aumentaban los precios que Fomento y Turismo les ponía a sus silletas, le quitaron el contrato de silletero.
Partió de este jardín a los 85 años, un año después de don Oscar, su hermano, músico también y líder de la recuperación del cultivo orgánico en la región.
Los últimos tres años “fueron muy duros.” Primero le dio un infarto y luego parkinsonismo que es una manifestación de la enfermedad de Parkinson. Y ella, la negra, estuvo con él hasta el final.
Aunque a él se le fue la voz, su legado quedó en los objetos coleccionados, las fotografías y los escritos a mano, con su puño y letra.
A pesar de la gran cantidad fotos, objetos y recuerdos guardados en “la guacherna”, de la variedad de flores nacidas en el “edén en primavera”: “esto ya no es lo mismo. Esto aquí ya es vacío…aquí ya no se encuentra ese calor” afirma doña Carmen quien se sabe casi de memoria, de tanto escucharlas, todas las historias que “el papi” dejó registradas, ya que ella, al final, le prestó sus oídos y su voz para completar las ideas de este inquieto campesino que dejó un gran legado para la memoria, la identidad y el patrimonio de Santa Elena.


2024
