
Estudiantina vereda El Progreso:
La pandemia nos juntó
“Yo me llamo Carlos Mario Saldarriaga y toco la primera bandola”…
“Yo me llamo Adán de Jesús Atehortúa, estoy haciendo la segunda bandola y marco la guitarra con la estudiantina y acompaño la música parrandera”…
“Mi nombre es Jesús Efrén Atehortúa, mi trabajo es tocar tiple hace 42 años, he pasado, por tres estudiantinas y otra que estamos formando aquí en este momento la Vereda del Progreso”…
“Yo me llamo José Elías Hincapié, hace 50 años que toco guitarra, tiple marcante y puntero”…
“Mi nombre es Humberto Hincapié: Soy puntero en el requinto y toco música parrandera
“Mi nombre es Oscar Ospina, yo toco guitarra y el cuatro cuando tocamos otro tipo de música”.

Ellos son los integrantes de la estudiantina “Vereda El Progreso”, la única vereda del municipio de Rionegro que pertenece al sector de Santa Elena, pero culturalmente se identifica con las manifestaciones del corregimiento.
Carlos Mario Saldarriaga quien aprendió a tocar bandola y guitarra al lado de su padre, cuando recién se graduó de médico compró el terreno en esta vereda, donde ahora tiene su casa, a la que venía a pasar fines de semana y ahora que está jubilado vive allí, de tiempo completo, porque ese es el espacio que lo conquistó y que imaginó para pasar sus últimos días. Se juntó con Adán y Efrén y formaron un grupito de cuerdas y en agosto del 2020, en medio del encierro de las cuarentenas, se constituyeron como estudiantina.

Los campesinos integrantes, son músicos naturales que aprendieron a puro oído, viendo a sus mayores y escuchando canciones en la radio. Se han juntado en diferentes momentos y se acoplan a las necesidades de los grupos a los que han pertenecido. Entre todos ellos tienen referentes de músicos a Ignacio Rojas, Ramón Atehortúa y Efrén Atehortúa que conformaron un trio que no tenía nombre. Gerardo, Alberto y Hernán Atehortúa también son recordados como antecesores. Mención importante en este recuento de la música en el corregimiento, merecen Salvador Soto, Carlos Pineda, Rubén García, Luis Enrique y Oscar Atehortúa, Jaime Atehortúa, Jorge Londoño, William Londoño, Álvaro Hincapié, Grupo los Delfines y Parranderos del ayer de la vereda San Ignacio, Octavio, Pedrito y Gilberto Soto de la vereda El Llano y La banda Paniagua de san Cristóbal.


A Efrén Atehortúa inicialmente no le llamaba la atención la música. Ramón, su hermano, compró una guitarrita pequeña y un señor Javier Soto de la vereda El Cerro le enseñaba. Mientras tanto su hermano le insistía que se comprara un tiple y Efrén, viéndolo tan animado haciendo los tonos, un día cualquiera le dijo que le enseñara un tonito sencillo y desde entonces no suelta el tiple.
Humberto Hincapié: aprendió a tocar la guitarra viendo a un primo suyo que también aprendió de oído, viendo los grupos fue “cogiendo cositas”
Adán empezó a interesarse por la guitarra cuando tenía aproximadamente 10 años viendo a su papá Adán Atehortúa Zapata; cuando tenía entre 8 y 10 años organizó un grupo musical que interpretaba canciones en el centro literario de la escuela; luego estuvo en la estudiantina los silleteros.
Elias aprendió viendo a su abuelo Rodolfo Hincapié y a su papá Elías Enoc a quien llamaban “mono pino”.


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Aunque la estudiantina como concepto es sólo música andina colombiana: bambucos, pasillos, guabinas, torbellinos, danzas, marchas, ya que este es un género muy definido por esos temas clásicos que escucharon desde niños en sus casas, en este grupo han incorporado música parrandera. Ensayan 3 veces a la semana, generalmente lunes, miércoles y viernes desde las 4 de la tarde hasta las 6.30
Humberto y Elías son más especialistas en música parrandera. Ensayan hora y media de música andina y luego tocan música parrandera.


En este 2024 vienen ofreciendo en la casa de Cultura de Santa Elena, “tardes de estudiantina”, conciertos dialogados en donde han hecho un viaje a través de nuestra historia musical: la parranda campesina, la música de los arrieros, cuerdas y ritmos tradicionales, la colonización antioqueña y su música, y la rumba criolla.
Ellos, un médico jubilado y 5 campesinos que se sienten más del corregimiento que del municipio al que pertenecen administrativamente, juntados en plena pandemia, están educando y aportando así al reconocimiento y apropiación social de la música tradicional como memoria y patrimonio del corregimiento.

